Adioses

Suelen ser jodidos y difíciles de aceptar, creo que porque, en esencia, ellos significan la pérdida de algo o alguien; la ausencia en su forma más simple e inevitable, o simplemente: cambio.

Como nos dice el Ceratti, a lo mejor son momentos inevitables y de puro crecimiento. "...ES CRECER..." ¿grave no?

En fin, fuera de todo intento de definición, creo que los adioses, dentro de sí, en su propio desenvolverse y desenfundarse van dejando y creando a la vez; van sucediendo y precediendo un sin fin de emociones, sensaciones, cuestiones y hasta razones dentro de nosotros; simples mortales y materia viva de encuentros, desencuentros y por supuesto, adioses (que no es lo mismo, pero...hasta suena igual) (redondito...)

Y...bueno, yo tambien tengo mi propio cúmulo y vivencia de ellos (los adioses). De un tiempo a esta parte he estado tratando de recopilar algunos poemas lejanos y de cercana data, para tratar de organizar, espero a corto plazo, un primer trabajo (entiéndase: "publicación") editado e impreso con check - out y todo, que mostrará un poco de mis propias despedidas. He aqui una pequeña muestra:

I.

De vuelta en vuelta; caer.

La resonancia es seca,

como un sonido recto,

mudo.

Ayer tuvimos tres hojas;

hoy, cuatro porros y una señal,

ocho zapatos (uno a uno), y

también tuve que huir

otra vez...

Desde la sorpresa

de quien lleva la desesperanza

en brazos,

desde el saco llano y roto

de inquietudes;

como el andar, por supuesto.

Adiós, suele decirse;

pero aún miro mis pies...

Sucre, noviembre de 2001.

II.

Ismael se hizo frecuente,

y abajo se hizo pedazos el rincón;

de pozo en pozo,

de tajo en tajo.

-Detente- dije.

No sabe.

No escucha.

No se detiene, por lo mismo.

Ismael descarga una vez más

y el rincón termina;

derecho, de vuelta.

-Detente ahora- dije.

El rincón cabe en una esquina,

se retrae.

Se desmorona.

No hay remedio.

-Ismael, no llores.

Sucre, enero de 2002.